No sé muy bien por dónde empezar, de modo que comenzaré diciendo GRACIAS.
Gracias a FISC, por brindarme la oportunidad de vivir una experiencia Salongo de tanta intensidad.
Gracias a la comunidad de la Cía de María en Almería, por regalarme el sentido de pertenencia.

Y gracias a todo el equipo del S.J.M.- Almería (servicio jesuíta a migrantes), por dejarme formar parte de un proyecto maravilloso, tejido con semillas llenas de esperanza. Una esperanza cierta y concreta, que refleja perfectamente, la Resurrección de la que habló el Papa Francisco en su última aparición pública: “no es una esperanza evasiva, sino comprometida, no es alineante sino que nos responsabiliza”.

Era la primera vez que FISC ofrecía un Salongo nacional y la verdad es que ha sido todo un acierto.
Los otros dos Salongos Internacionales en los que he participado, han sido grandes experiencias que animo siempre a la gente a realizarlos, pero la oportunidad de vivirlo dentro del territorio nacional ha sido tan impresionante como escalofriante. Parece mentira que esa realidad esté arraigada (y nunca mejor dicho) en Almería.


Junto a ese paisaje maravilloso dotado de especial belleza por la naturaleza, se extiende un inmenso mar de plástico que, al mismo tiempo que la justifica y necesita, oculta una realidad que estorba y molesta en una provincia próspera como Almería. Diseminda, desdibujada, prácticamentei escondida, pero sin embargo, real.
Porque real es cada una de las personas que malviven en esos asentamientos.Reales son las historias que les llevaron y les mantienen ahí. Historias calladas, llenas de secretos que solo cada uno sabe y comparte consigo, pero, en todo caso, llenas de valentía, de sueños, de deseos por cumplir. Personas de cuerpo y mente fuertes que, por el transcurso del tiempo, las condiciones, la indiferencia o, incluso, el desprecio, muchas veces terminan doblegadas.
Por eso, desde mi experiencia, hago presente las palabras del Papa Francisco: “una cosa es observar la realidad desde el centro y otra, mirarla desde el último lugar al que has llegado”. ¡Qué diferente se ve!


Así que, desde esas líneas, os invito a contemplar esta realidad.
María Piñeyroa
































